Niska Carrera, Xinzo de Limia, 1983. Nacida en las profundidades de la Galicia interior, me dejé guiar por el verde de aquellos bosques y praderas desde pequeña para crear incontables personajes y criaturas. Seres que deambularon sin rumbo por mi mente durante toda mi infancia. De cada libro que leía, era capaz de extraer cientos de historias que se disipaban entre las paredes de mi habitación. Luego llegó la adolescencia y los estudios en la Universidad, y todas esas historias se escondieron en un cajón recóndito de mi cabeza, acorraladas por el impetuoso ejército de hormonas que invadió mi cuerpo. Con el paso de los años, y con aquellos seres tan bien guardados en el cajón, llegué a pensar que los había perdido y me olvidé de ellos. Terminé mis estudios y conseguí un trabajo, pero un pellizco en el fondo de mi pecho me decía que no era suficiente. De vez en cuando, por un segundo, algún ser imaginario agitaba mis sueños como un fantasma tratando de mostrarme el camino. Pero no fue hasta hace unos cinco años que me dejé llevar y encontré la ruta hasta aquel cajón recóndito. Cuando lo abrí, las historias se agolparon en mi cabeza y no tuve más remedio que dejarlas salir hasta estrellarse contra el papel. Movida por el entusiasmo y dispuesta a poner orden a todas aquellas criaturas, decidí apuntarme a un curso de Escritura Creativa. Fue ahí dónde aprendí a entender a los pequeños habitantes de mi imaginación y comencé a guiarlos hasta la hoja en blanco. Desde ese día la escritura se convirtió en una parte esencial de mi vida. Me ayudó a conocerme más a mi misma, a ser capaz de reirme del mundo en los días tristes y a evadirme con él en los días felices. Y descubrí que, si con mis historias podía conseguir que alguien más hiciera lo mismo, aunque sólo fuera por un instante, era más que suficiente. Y ahora, no me queda más que invitarles a que me acompañen hasta ese cajón recóndito, abierto ya de par en par, para que se rían del mundo o se evadan con él, aunque solo sea por un instante.