- Jack, pásame el vino.
- Y una mierda.
- Venga, no seas así, que hoy no he sacado nada.
- Te jodes. He estado todo el día aguantando a las viejas de la iglesia para conseguir la pasta. Ya te avisé de que no fueras a pedir al mercado. Son unas ratas.
- Venga tío, solo un trago.
- Hay que joderse.
Jack dio un buen trago al cartón aplastado de vino y se lo pasó a Tom con recelo. La luz de una sirena rebotó en las paredes del estrecho callejón hasta iluminar el ansia agrietada de los labios de Tom.
- Ehhh, no te lo acabes, cabrón!
Jack le arrebató el cartón de las mugrientas manos mientras Tom cazaba con la lengua las gotas que intentaban agazaparse entre su barba.
- Hoy escuché a unos tipos hablando en el mercado de algo muy raro sobre un gato.- dijo Tom
- ¿Un gato?
- Sí. Decían que si metes a un gato y un bote de veneno en una caja no sabes si está vivo o muerto hasta que la abres.
- Pues vaya par de listos.
- Y hasta ese momento las dos cosas pasan a la vez. Vida y muerte.
- Nadie puede estar vivo y muerto al mismo tiempo.
- ¿Cómo lo sabes si no lo ves?
- Pues porque lo sé.
Jack se escurrió debajo del cartón húmedo hasta cubrir su cuerpo. Tom continuó hablando.
- Y he pensado que a lo mejor todo existe sólo porque lo vemos.
- Sí claro. Si fuera así dejaría de oler tu apestoso culo cuando cierro los ojos.
- Piénsalo. Si no hay nadie mirando ¿cómo sabemos que una cosa existe?
- Venga ya. Si eso fuese cierto nosotros no existiríamos.
- Porque si tu metes al gato en la caja y no hay nadie que lo vea no sabrán si está vacía.
- Joder, mañana te dejo la puerta de la iglesia para que saques algo que se te está yendo la olla.
- Le he estado dando vueltas toda la tarde y creo que en realidad nada existe. Todo lo que hay está en nuestra cabeza. Y cada uno de nosotros lo ve a su manera. Por tanto hay tantas realidades como personas en el mundo.
- No sé tú, pero yo preferiría ver que estoy en una cama.
- Creo que no funciona así.
- Venga Tom, duérmete ya y deja de pensar tonterías.
Jack terminó el último trago de vino y tiró el cartón contra la pared. Un maullido atravesó el callejón y un gato negro salió espantado hasta esconderse debajo de uno de los contenedores. Sus dos brillantes ojos fijaron la vista en el par de vagabundos que se ocultaban entre cartones.
- Mira Tom, tu gato.
- Voy a por él. Busca una caja.