Policíaca

Final

Sentado en el coche patrulla, no podía pensar en nada. Observé por la ventanilla el cerrado cielo de la ciudad a punto de abrirse y liberar toda su esencia. La niebla se entrelazaba entre los edificios impidiendo ver su fin. La gente, apresurada, huía de la inminente tormenta con la cabeza baja, sin fijar la vista en nada más que sus otoñales zapatos.

Parados en un semáforo, el tráfico me pareció más tedioso que de costumbre. Miré al conductor, un joven con un uniforme que aun olía a nuevo. Percatándose, me preguntó complaciente si me encontraba bien. Asentí y volví a mirar a través de la ventanilla. El verde reflejo del semáforo chocó contra el cristal fracturándose en las grandes gotas que se deslizaban sobre el mismo. El sonido a claxon se mezclaba con las pisadas aceleradas sobre la acera mojada.

Al fin el vehículo se detuvo en la entrada del hospital. El agua rebotaba enfurecida en el suelo. Permanecí inmóvil contemplando la puerta hasta que la lluvia cubrió el cristal de mis gafas por completo. Tomé aire y, sin ver nada, entré. En el ascensor una mujer con un uniforme verde tres tallas más grande de lo esperado me miró con desconfianza. Avergonzado, dirigí la vista al espejo. Frente a mi un hombre con la nariz rota y calado hasta los huesos me devolvió la mirada agotado.

-Soy policía -dije, y salí del ascensor sin esperar respuesta alguna.

En el pasillo, contagiado por ese olor a hospital, una horrible sensación se fue formando en mi estómago y al llegar a la habitación una arcada brotó de mi garganta. Como pude, abrí la puerta. Ahí estaba. Rígido, petrificado, como un cadáver que se resiste a serlo. El brillante metal de unas esposas asomaba por debajo de la sábana hasta amarrarse a la barandilla de la cama. Un colgante con un crucifijo dorado reposaba en su pecho descubierto, contemplándome con aire burlón. Sus ojos abiertos no miraban nada y su boca no oponía resistencia a la cánula que de ella se desprendía. En su cabeza, un vendaje cubría el lugar donde la bala le había alcanzado. Bala que yo había disparado la noche anterior dando caza al monstruo.